INTERNACIONALES
13 de marzo de 2018
El Papa Francisco cumple 5 años al frente de la Iglesia Católica
Se cumple un nuevo aniversario del arribo del Sumo Pontífice al frente de la Iglesia católica. Con una impronta absolutamente reformista, Francisco intenta cambiar el rumbo de la humanidad con mensajes de paz, amor y entrega por el prójimo.
A cinco años de su elección como Papa, nadie duda que Bergoglio llegó al Vaticano para dar pelea. Llegó a interpelar y molestar a los poderosos. No viajó a Roma desde el barrio de Flores sólo a hablar de lo divino y dar sermones que no espanten a sus feligreses ni generen problemas a los gobernantes de turno.
El papa Francisco con sus 81 años, celebrados en diciembre, cumple hoy sus primeros cinco como Sumo Pontífice andando el camino de la coherencia, denunciando las injusticias de un sistema inhumano, clamando por los pobres y desamparados, luchando para que la Iglesia deje de mirarse el ombligo y busque a los necesitados de todo el planeta.
Llegó para "hacer lío", como les pidió a los jóvenes en Río de Janeiro a los pocos meses de ser elegido Papa. Dicen que es un líder antisistema, un revolucionario, el Papa de los pobres, que llegó desde el Sur para cambiar al Vaticano. Quizá por eso declaró a poco de ser electo que le gustaría "una Iglesia pobre y para los pobres" cuando explicó el porqué de su elección por el nombre de Francisco de Asís: "Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la Creación".
Francisco. Cuando estaba alcanzando la cantidad de votos y su elección como Papa era inevitable, el cardenal brasileño Claudio Hummes le dijo unas palabras: "No te olvides de los pobres". Por eso la elección de Francisco de Asís.
Ni oro ni lujos
Su humildad y sencillez se pusieron en evidencia desde el mismo momento de su elección. Decidió residir en la Casa de Santa Marta en lugar de la lujosa residencia papal en el Palacio Apostólico Vaticano, usada por sus antecesores desde 1903. El anillo del Pescador no es de oro -como era habitual-, sino de plata dorada, tampoco utiliza la cruz pectoral de oro con incrustaciones de piedras preciosas: optó por una de plata que le regalaron en 1992. Y también dejó de usar los zapatos rojos -hechos a medida por un zapatero romano-, y anda con unos sencillos de color negro. "Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio (…) el Papa debe abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con ternura y afecto a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños", dijo en su primera homilía. Y anunció que comenzaba "un camino".
Ese camino lo llevó a decidir su primer viaje fuera de Roma. Lo hizo a la pequeña isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, donde llegan diariamente los botes cargados de inmigrantes que les escapan a la miseria y a las matanzas del norte africano.
Y esa coherencia en busca de una Iglesia que piense en los más necesitados la trasladó al discurso que allí dio: "¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Ninguno. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita […]. Miramos al hermano medio muerto al borde de la acera y tal vez pensamos: pobrecito, y continuamos nuestro camino, no es asunto nuestro, y así nos sentimos tranquilos. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar sólo en nosotros mismos, nos convierte en insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero son inútiles, no son nada...".
El "efecto Francisco"
Los primeros pasos de un camino que también hicieron que en la Semana Santa de 2013 denunciara, ante más de 250.000 personas, las guerras, los conflictos económicos, el ansia de dinero y de poder, la corrupción y los crímenes contra la vida humana y contra la Creación. En la misma Semana Santa dio otra muestra de que alguien había llegado al Vaticano para cambiarlo: realizó la misa de Jueves Santo en un reformatorio de menores, en vez de en la tradicional Basílica de San Juan de Letrán. Allí lavó, secó y besó los pies a doce reclusos, entre los que había dos mujeres, una de ellas de religión musulmana.
Por eso rápidamente, en los primeros meses de pontificado, las encuestas mostraron un alto índice de aprobación para el Papa y la mejora de la imagen de la Iglesia Católica. Tanto, que entonces se empezó a hablar del "efecto Francisco". Un efecto que se multiplicó con su lucha contra las irregularidades de las finanzas vaticanas, las denuncias contra los casos de abuso sexual por parte de algunos sacerdotes, sus mensajes contra "la escandalosa distancia entre el lujo de los más ricos y la miseria de los más pobres", tales sus palabras. Y su crítica a quienes trabajan con el fin último de acumular dinero, personas que se enfrentan a una "catarata descendente de degradación moral".
Su camino de sencillez, de cambio, de coherencia, lo inició un 13 de marzo de 2013. En Lampedusa, dijo: "Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto... La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia". Y cinco años después, en 2018, terminó su última vista apostólica en tierras peruanas pidiendo luchar contra la indiferencia frente al dolor de los demás: "La indiferencia nos transforma en anónimos sordos ante los demás, nos convierte en seres impersonales de corazón cauterizado, y con esta actitud, lastimamos el alma del pueblo".
Cinco años de Francisco en el Vaticano. Cinco años que han sido una bisagra en la Iglesia Católica.